Esos compañeros especialistas en ver la paja en el ojo ajeno y en no darse cuenta de todo lo que hacen... O ni que hablar de ese compañero que siempre está mal de algo, cuando no le duele la cabeza, tiene dolor de espalda, le molestan los ojos... Curioso que el fin de semana se le curen todos los males al igual que a la salida de la jornada laboral. Esos compañeros son el cáncer del trabajo, porque siguen ahí y consiguen que las personas con más talento acaben hasta las narices de hacer el doble de trabajo y se busquen otro lugar en el que, con un poco de suerte, tengan a una alimaña de compañero que trabaje algo más.
¿Y el whatsapp? Quién no tiene un compañero enganchado a esa aplicación demoníaca, en la que todo el rato está pendiente de los comentarios o enviando mensajes de voz y... Lo más inverosímil llega cuando el jefe le permite este tipo de actitudes, lo cual no hace más que hacerte pensar que esa persona lo da todo por delante o por detrás con tal de obtener sustanciales beneficios versus al resto de compañeros que sólo ofrecen las funciones estipuladas en su contrato.
En algunos casos el responsable directo de la contratación de esta perla ha sido el propio jefe, en otras ocasiones el departamento de RRHH, demostrando de nuevo que sus métodos no sirven absolutamente para nada y que lanzar cinco CVs al aire habría cribado mejor al candidato ideal.
¿Para cuándo una ley de vagos y maleantes en el trabajo?
Empezando por la cúpula directiva y terminando por los trabajadores,
porque vaya escabechina hace falta en este país para que las cosas empiecen a funcionar... Porque los vagos y maleantes siempre han estado en el mismo lugar, en puestos de poder y en las empresas cuál parásitos...
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